Historia

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El 17 de noviembre 1935, el P. Pierre L’Esperance, superior de la pro-provincia canadiense, anunciaba en una circular la apertura de una misión en República Dominicana. Desde 1912, once religiosos canadienses habían apoyado a la provincia de Francia en Papua-Nueva Guinea.

Así que, en el verano de 1935, los Padres Augusto Cadoux y Cipriano Fortin se embarcaron hacia las Antillas, con el objeto de encontrar un nuevo campo de apostolado. Basado en el informe favorable de los delegados, el Consejo General de la Sociedad MSC aprobó, el 8 de noviembre de 1935, la fundación de la misión en tierra dominicana. El P. Provincial designó también a los primeros misioneros: los Padres Augusto Cadoux, Cipriano Fortin, Alfonso Fradette – un veterano de Papua-Nueva Guinea – y Adriano McShane, de la sección americana. Tres Hermanos eran miembros del primer contingente: Silvio y Alberto Plourde, y Cleofás Laverdíére.

El territorio confiado a los MSC canadienses estaba situado en la costa nordeste de la República Dominicana. Esa región, bastante poblada, pero poco desarrollada, aislada y sin comunicación, tenía una urgente necesidad de pastores.

Al otro día de su llegada, en febrero 1936, el P. Cadoux era entronizado como párroco de Sánchez, que estaba sin sacerdote. El P. McShane y el Hermano Cleofás se quedaron con él, mientras los P. Fortín y Fradette, así como los dos Hermanos Plourde, salieron hacia Villa Riva.

Para ese puñado de canadienses llegados sin transición a República Dominicana, todo era novedad: el clima, el idioma, la comida, las costumbres, el transporte, el ministerio pastoral. Les faltaba de todo. Pero como otras tantas veces en la historia de la provincia, los Hermanos coadjutores, que ejercían casi todos los oficios, pusieron mano a la obra y muy pronto, gracias a ellos, las tres parroquias llegaron a ser habitables.

En el renglón económico, una ayuda preciosa vendrá del Canadá y, particularmente de los lectores de los Anales de Nuestra Señora del Sagrado Corazón. Cada mes, el P. Cadoux relataba los progresos de la misión y daba cuenta de sus necesidades. A vuelta de correo, numerosas cartas y cheques llegaban a Sánchez para animar a los misioneros.


Desde su llegada y a pesar de las dificultades de toda clase, los nuevos misioneros se pusieron a trabajar y abrieron nuevos caminos de evangelización. Comenzaron a visitar, a pie, los campos y a los enfermos, a enseñar el catecismo y a ejercer una pastoral sacramental. Sobre todo, se consagraron a propagar la devoción al Corazón de Jesús y a organizar la "Hermandad del Corazón de Jesús", iniciando así un verdadero movimiento de transformación de la familia y de la fe.

Los MSC se distinguían también por su manera de vivir y su fraternidad: se visitaban, tenían regularmente reuniones comunitarias a pesar de las distancias y de los caminos malos, y vivían muy pobremente.


En enero 1938, se les confiaba las parroquias de Castillo y Pimentel; al principio del 1939, fueron Nagua y Cabrera; en 1941: Jánico y Monte Plata. En enero del 1943, fueron encargados de La Altagracia de Santiago, que el P. Fortin veía como el centro obligatorio de la misión; y en 1944, de San José de las Matas.

Repetidas veces, el arzobispo y, después de la erección de nuevas diócesis, los obispos, apelaron a los MSC como capellanes o animadores de movimientos de Acción Católica o social: Legión de María, Cruzada Nacional del Rosario, Cursillos, Cooperativas, Cofradía de San Vicente, etc. La organización de la vida cristiana creaba nuevas necesidades que había que satisfacer: entre otras, la colaboración de los laicos y la formación de cooperadores en las cooperativas. La influencia de los MSC se extendió así a todo el país, principalmente gracias a la puesta en marcha de la obra catequística y de las vocaciones.


Comenzada lentamente en las parroquias MSC al principio de los años ’40, la obra catequística tomó su expansión en los años ’50, con la llegada del P. Santiago Godbout y de las Hermanas del Perpetuo Socorro. Los Padres Andrés Savard y Andrés Dumas, por iniciativa de las autoridades MSC, hicieron cursos de catequesis fuera del país y a su regreso cooperaron al establecimiento de centros de formación en catequesis, que recibieron el apoyo de las parroquias hasta cubrir todo el territorio nacional. Esos centros fueron utilizados también para la formación de laicos que se denominaron "presidentes de asambleas".


Cuando llegaron los MSC en 1936, y hasta los años 50, había una sola diócesis en República Dominicana y pocos sacerdotes. Pero un sacerdote, el P. Francisco Fantino había fundado, solo, un seminario menor y dirigía una obra de vocaciones sacerdotales. Muy pronto los MSC se preocuparon por ese asunto y dieron una preciosa colaboración al Padre Fantino.

Pero los MSC canadienses no podían dejar de pensar en vocaciones MSC dominicanas. Por eso, en octubre 1956, gracias al P. Epifanio Plourde, fundaban un seminario menor en San José de las Matas. Este "Seminario Misionero" fue reemplazado por el Centro Vocacional MSC en octubre 1968, situado más cerca de Santiago y del seminario menor diocesano.

En septiembre 1965, se fundó en la Capital, Santo Domingo, una nueva obra de formación para estudios superiores, y vecina del Seminario Mayor interdiocesano. Los estudiantes vivían en casa alquilada hasta que los MSC construyeran su propia residencia en el ensanche Los Prados. Esa casa pasó a ser la Casa Central de la Provincia. Sin embargo, en septiembre 1975, los seminaristas se trasladaron a un barrio popular de la Capital.

En 1942, el P. René Bouchard fue encargado de la publicación de una hoja parroquial, que muy pronto llegó a ser una pequeña revista, Amigo del Hogar, destinada a los miembros de la Hermandad. Se imprimía en Santiago. En 1962, cuando el P. Emiliano Tardif asumió su dirección, se decidió comenzar una imprenta —Imprenta Amigo del Hogar—, para rebajar los costos de producción. La primera prensa se instaló en el "Seminario" de San José de las Matas. Pero, por motivos de accesibilidad, fue trasladada a Santiago en 1965 y luego, en 1968, a la casa central de Santo Domingo.